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NO PERDER NUNCA LA FE

Hace casi 15 años cuando tenía mis 17 años tomé la decisión de unir mi vida a la persona que amo. El 6 de abril del 2005 comenzamos la aventura sin saber lo que nos depararía el destino.

Fueron pasando los meses – nosotros nos cuidábamos poco – y el bebé no llegaba pero tampoco nos preocupábamos porque al ser jóvenes dábamos por hecho que llegaría sin problema.

Después de dos años buscándolo, empezamos a preocuparnos, viendo como algo imposible ser padres. En ese momento entramos  en el complicado mundo de la infertilidad. Nuestros días se resumían en citas médicas y tratamientos. En ese momento comencé a sentir mis miedos más profundos, a pasar noches sin dormir llorando y comencé a odiar mi cuerpo porque no era capaz de conseguir lo que para otras parejas es muy fácil y para lo que se supone que está hecho el cuerpo de una mujer.

Con cada tratamiento guardaba una esperanza, pero cada vez mi sueño  estaba más lejos de hacerse realidad. Los tratamientos iban y venían y mis manos seguían vacías. Mis días eran cada vez más lentos, pasaban los meses los años, las batallas más duras y mis lágrimas cada vez eran más amargas.

Nunca dejé de orar a pesar de todas las pruebas negativas que me hice en las que ansiaba conseguir esas dos rayitas de luz que veía como un imposible.

De todos los tratamientos que hicimos ninguno dio resultado. En ese momento nos hablaron de la Fecundación in Vitro (FIV) pero nos vimos en la necesidad de hacer un alto en el camino por conseguir nuestro sueño por motivos económicos y por desgaste físico y emocional.

Empezamos a asumir todo lo que estábamos viviendo y me concentré en seguir adelante y encontrar un nuevo camino para conseguir quedarme embarazada. Reflexioné y me di cuenta que el diagnóstico de la infertilidad me lo dio un médico pero que Dios tiene la última palabra. De esta forma comencé a centrar mi energía en mí y a disfrutar del día a día y de mi matrimonio. Agradecí a Dios todo lo que me había dado y acepté también que la maternidad así como es bella, no para todas es fácil.

Después de varios años llegó mi regalo, me quedé embarazada de forma natural y no os puedo explicar mi felicidad cuando por fin vi las dos rayitas, mi regalo del cielo. Mi pequeño GRAN MILAGRO nació en junio de 2019. Os aseguro que la espera valió la pena. No perdáis nunca la fe. A veces creemos que Dios nos está diciendo No y solo nos está diciendo espera, tarde o temprano va a ocurrir.

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