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MI HISTORIA CON LA INFERTILIDAD. CAPÍTULO 5

Y llegó por fin el tratamiento en el que conseguimos llegar a transferencia embrionaria. La esperanza se apoderó de nosotros…pero no por mucho tiempo.

Después de 3 tratamientos en los que no conseguimos el objetivo que habíamos marcado con nuestra ginecóloga, tuve un ciclo en el que aunque solo me creció un folículo, tenía tan buena pinta que mi doctora decidió que íbamos a hacer punción folicular para sacarlo y si realmente era tan bueno como parecía en los controles ecográficos, entonces haríamos transferencia. ¿Transferencia, enserio, que íbamos a dar ese paso de gigante?.

Ya os podéis imaginar la alegría que invadió por completo nuestro cuerpo. A solo un mes y medio de mi cumple mi cabeza ya empezó a imaginar cómo serían los 30 años estando embarazada. ¡Tremendo error! Nunca, nunca, nunca penséis en eso porque luego, cuando las cosas no suceden como te esperabas, el dolor es aún más fuerte.

Este ciclo, por supuesto, que también fue completamente personalizado, con dosis muy ajustadas y controladas para evitar que ese folículo milagro al que se agarraba nuestra esperanza, madurara de forma correcta.

Recuerdo que el día antes de la punción estaba super nerviosa. No por la intervención en si ya que al haber pasado por otra anterior ya sabía a lo que me exponía. Sino porque nos la jugábamos a una carta y yo, después de todo el camino recorrido, no me podía creer que el folículo fuera a valer.

Pero sí, después de la extracción, cuando me estaba recuperando en la habitación, mi ginecóloga vino y nos dijo las palabras que ansiábamos escuchar «el folículo era perfecto y ya lo hemos fecundado». Si crecía bien, tres días después me harían la transferencia.

Imaginaros como pasamos ese fin de semana, felices porque habíamos dado un paso de gigante en la búsqueda de nuestro bebé, pero a la vez muy nerviosos porque ese pequeñín no creciera bien.

Los otros dos bichitos que teníamos vitrificados no consiguieron salir adelante, así que ese pequeñín era nuestra única oportunidad.

El día de la transferencia estaba como un flan. Memoria de ganas de ir al baño (porque me mandaron ir con la vejiga completamente llena para poder llegar mejor a mi útero) y los nervios que desprendía por cada poro de mi piel, hicieron que se me hiciera eterna la espera.

Si queréis saber cómo se desarrolló la transferencia, os lo dejo en el vídeo de mi canal de Youtube.

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